Una vez en una corrida, me tiraron un piedrazo en la espalda
En el momento del impacto sentí un profundo dolor. En segundos y sin lograr hacer nada, me quedé sin poder dar un paso, estático en mi quietud involuntaria.
Después de unos segundos, apareció una repentina sordera, que a pesar del barullo, me impedía escuchar algo.
Así fue esa piedra que impactó hoy en mi cuerpo. Del dolor a la quietud y de la sordina a la afonía del mundo.
Lentamente comencé a salir de esa inmovilidad, de la carencia de sentido, para entender lo inexplicable.
Quedamente fui reconociendo mi cuerpo y mi estar. Para volver a caminar a pesar del golpe y las secuelas y rememorar tanto que me queda de vos.
En nuestras charlas queda flotando sensible algo que siempre me impactó: la natural y clara forma que tenías para leer mi interior. También supe como leerte, algo sencillo por tu transparencia; y de esas dos lecturas mutuas, salía eso que llaman acuerdo.
Ahora estoy aquí querido Jorge, tratando de volver a significar esa piedra y convertirla en guijarro.
Un guijarro que se convierta en pensamiento y se pose cerca tuyo para que nuestros pensamientos sigan tan cerca como ayer.
Te abrazo hasta siempre.
Alejandro Nevio Lemos
10 de Marzo de 2016
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