La utopía, siempre tan cerca

El año que viene he decidido renovar, para mi, la utopía.
Porque si. Porque aún me conversan las entrañas. Porque se merece darle más de un riesgo. Porque al saberla tan cerca, se que se puede hacer mucho más.
Como cada año se lanza, me voy detrás de ella. Con el profundo saber que de por sí, se mueve. Se impulsa porque la empujo con mi andar y con las miles de almas que avanzan cada día para no frenar.
Todavía no se como será, qué es lo que haré para enfrentar a este paradigma empobrecido. Este aire quieto que a veces se instala, esta modorra de ideas que vence a los corazones.
Que no me calme, que no me duerma, que no me aturda, que me permita elegir y discurrir. Que me permita ser yo aunque sea el único. Eso quiero. Que la realidad no se me disfrace con papel de diario.
Quizás, me ponga en el medio del camino con los brazos abiertos y como la Pasionaria gritaré: ¡no pasarán!
Seguro que haré más, mucho más de lo mínimo que he recorrido. Escucharé más, cantaré más con todos, caminaré como un caminante empedernido.
Siguiendo la luz de la utopía, llenaré de presentes cada paso, compartiré trozos de sendero con amigos y desconocidos, conspiraré para sentir mejor el latido del día.
Esperaré en las plazas, las veredas y los parques, que vayan brotando como retoños frescos, mujeres y hombres que coincidan en el medio de la cuesta. Abuelos y niños que converjan en el mismo arco de ilusión. Para que juntos armemos el camino, tracemos la senda y atrapemos de una vez a la utopía.
Ojalá que podamos sincronizar el corazón con los pensamientos para que cada elección de mañana, redunde en el placer de haber caminado. De haber dejado una huella indeleble de nuestro paso. De lograr cansar al sol con tanta energía.
De lo que estoy seguro de hacer, es de esperar otros cantos conocidos para empujar juntos la utopía un año más. Sin sentido. Porque si. Para darnos otra oportunidad. Para que en cada noche, al besar a los niños, al entregarnos al sueño, nos quedemos abiertos en la confianza del amor como motor universal.


Alejandro Lemos